17 noviembre 2014

Tu y yo, para siempre

Las doce suenan en el reloj de tu sala de estar, las doce veces se escuchan distantes en un sueño compartido. El viento ulula solitario buscando cosas en las que rozarse y la luna me mira desde la ventana sin cortinas de tu habitación melancólica. Las luces dormidas matizan tu cuerpo dormido de grises, tus labios oscuros, tus ojos dormidos, tus cabellos caídos y tus pechos claros. Las sábanas se reposan delicadas sobre tu cuerpo, como si supiesen tratar a una mujer desnuda. La cama descansa y el colchón se hunde y contrae con nuestra respiración relajada. Tu gato salió a buscar melancolía afuera, como si fuera un viejo muerto en tierra conocida. Te oigo suspirar y te imito; y veo tu contorno moverse delicadamente en ausencias de colores. Estás entregada completamente a mí, tu desconocido tuyo que te mira mientras duermes. Te miro en paz con el alma entregada a ti, mía desconocida. La noche y el encanto, la magia y lo que siento no me permiten creer que eres la misma mujer que conocí ese mismo día por obra del destino que refuté y refuté un par de horas antes. Estoy a tu lado desconocida mía y moriría si no lo estuviera. Cierro los ojos y olvido tu rostro, olvido tus senos y tus labios, olvido tus jadeos y tu piel. Pestañear es doloroso para mi alma que ahora es tuya, doloroso como olvidarte a cada milésima, perder la sensación de tu piel, perder el sabor de tu cuello y el de tus labios. Pensar en perderte es el peor suplicio, desconocida mía, por eso están, mi mano y mis ojos sobre ti mientras duermes. Desearía que el día no te robe, que la noche se haga eterna y que nos una a los dos. Mi mente y el dolor comienzan a ceder, me estoy adormeciendo por el gas que dejé abierto en tu cocina. Nos hará, la muerte que baja lenta desde el techo, Romeo y Julieta. Se callará mi mente porfiada  y nos dejará reposar eternamente juntos. Me recuesto adormecido a tu lado, te abrazo y te dejas. Te unes a mí en mi sueño, le ganamos al sol egoísta que no entiende de grises.

02 noviembre 2014

Miran sin ver

El niño miró al cielo después de soltar su globo. Miró al cielo esperando que su globo volara más alto que las estrellas. Después de que lo operaran de una enfermedad que no entendía y le dieran de alta, le rogó a su madre que le comprara un globo para poderlo inflar. Anhelaba soplar con fuerza, sacarle el jugo a sus pulmones prestados y soplar. Un globo era todo lo que necesitaba para validar una infancia a medio respirar. Su madre no contuvo las lágrimas y fue a comprárselo pese a las indicaciones del doctor que pedían prudencia. Iba a ser el primero de toda su vida. Volvió la madre a su hijo, con un display lleno de esperanzas en distintos colores. El niño tomó uno verde porque era el color de los ojos de su madre, los ojos lo acompañaron todos esos meses que estuvo en cama medio muerto, esperando la oportunidad de respirar como los demás chicos. Tomó el verde y se sintió de pronto temeroso, lo tomó, lo tocó y lo estiró como había visto a otros chicos hacer como un ritual de iniciación. La madre lo miraba espectante llena de lágrimas. Se llevó el globo a los labios y sopló primero con debilidad, sintiendo el peso del aire. Luego sopló con más intensidad hasta que el globo comenzó a estirarse. Se veía como el color verde, mientras se estiraba iba degradándose. Lágrimas corrían en las mejillas de ambos, madre e hijo. El chico se cansó de pronto y soltó el globo. Lo vió volar con las alas de su esperanza. Lo vió volar a la velocidad de la luz. Y lo vió caer a la tierra y volver a hacerse tan verde como los ojos de su madre. Siguió llorando mientras lo tomaba de nuevo, quitándole la tierra antes de volvérselo a poner en la boca. Esta vez una emoción se apoderó de el y sus pulmones dejaron de estar cansados, sino, llenos de el aire que le faltó toda su vida. Infló e infló hasta que no pudo más, no podía parar y, no paró... El globo se le reventó en la cara, volándo por todas partes. Se rompió por él, se rompió por sus pulmones, se rompió por que su madre no durmió por él. Se cayó del susto y rió, y lloró, y su madre con él; mientras los santiaguinos miraban estupefactos, la locura de algunos que lloran y ríen por estúpidos globos.

21 septiembre 2014

Entrevista a un Sordo

--Cómo?.
-Que cómo se siente!?
--Ah, cómo me siento, ¿Con la sordera?, supondré que a eso se refiere. Veamos, como se siente. Es como si le pusiera mute a todo lo que es bueno. Es como si el amor se callara y los pájaros no le despertaran en la mañana. Se siente fatal y solitario. Es como si callara a sus hijos, los míos están ya viejos y se preocupan de tonteras, ellos ya no me quitan el sueño, es como si callara a sus nietos, esos que uno ama con intensidad, esos que ya no me soportan por tener que gritarme para entenderlos. La vida con mute es una mierda; disculpe la expresión, mijita; pero es verdad.
-¿Cuantos hijos tiene?
-Me acuerdo cuando era joven. Ahora me veo viejo, pero me creerá si le digo que era buen mozo, vestía bien y las chiquillas andaban a mi siga. Aún así, lo más sorprendente era que tenía un oído privilegiado. Mi profesor de violín, no me acuerdo de su nombre, me decía "Paganini", aunque no tanto por mi habilidad, sino por la cara que ponía cuando me concentraba. Me juntaba con un grupo de amigos y tocábamos todos los boleros de moda, incluso algunos que había compuesto yo mismo. Afinaba el piano de mi amiga para tocar como el Loco Otto y después lo volvía a afinar yo mismo, con mi fiel buen oído. Quien iba a pensar que me iba a abandonar y, quien iba a pensar que lo echaría tan en falta. Me decían que podría haber ido al conservatorio y esas cosas. Nunca me lo creí hasta más tarde.
--Sabe, a pesar de tener muchos amigos, tengo que reconocer algo. Siempre fui solitario y taciturno, me gustaba mi soledad y a veces la exageraba un poco. Me molestaban las conversaciones banales y a veces deseaba que se callaran. Hay que tener cuidado con lo que uno desea, porque se puede volver realidad, ya me ve como estoy.
-Tocaba usted algún otro instrumento?.
--Cemento?
-Si tocaba algún otro instrumento!!?
--Supongo que dijo algo con respecto a la música que tocábamos, disculpe que no la entienda bien; pero las pilas de mis audífonos están a medio camino y si le sumamos que ya son medios malos de por si... -Mi amiga tocaba el piano y yo el violín. Después toqué en otros grupos para jóvenes, para los malones que estaban de moda en esos tiempos. Eran buenos tiempos...
--Sabe mijita, lo peor de ser sordo, es la gente. Ahora todos están apurados, con sus teléfonos y su no se qué de facebook o Internet, o tantas cosas nuevas y ya no lo miran a uno para hablar. Mis nietos me evitan o me ponen caras cuando me dicen cosas. Los jóvenes de hoy pierden la paciencia muy fácil, más que uno que es viejo. Eso es lo que más me duele, creo yo. Formé una familia con el sudor de mi frente y la sangre de mis cansadas venas, esperando disfrutar de los frutos de tantos años de trabajo y, ahora solo tengo caras largas en la casa y retos en la cama. El amor es un susurro, mi mujer me tiene que gritar para que le escuche. Tengo la cabeza en mil cosas para que no le falte nada a nadie, por lo que a veces se me quedan los audífonos en el velador o en la mesa de trabajo, después voy a tomar once y veo a mi mujer como un pescado abriendo la boca diciéndome algo, luego veo que parece que me grita y me acuerdo, los audífonos!. Los voy a buscar y se le olvidó lo que tenía que decirme, es cosa de todos los días. --Pero sabe mijita, lejos lo que más me entristece, es la gente. Me costó una vida de trabajo ser el titular de una cuenta de banco y lo digo con orgullo; pero no me preparó la vida para que la cajera me retara porque no la escuché la primera vez que me habló, fue humillante. Me volví un discapacitado y es terrible, no sabe cuanto.
- También creo que es terrible, ¿Como están sus otros sentidos!!!?
--Dicen que cuando uno pierde un sentido, los otros le hacen empeño. No pasa lo mismo cuando tienes mis 80 años. El cuerpo es viejo y está cansado, mijita. No tengo mala vista eso si, solo uso los lentes para leer y para el auto, parezco un topo, pero veo. El sentido del humor tampoco lo he perdido, eso me mantiene vivo y no pierdo la ocasión de hacerle burla a las cosas que me pasan. Por lo demás, ese soy yo.
-Gracias por su tiempo!, para cerrar, dígame ¿Que es a lo que más teme!!!?
-Esa es una pregunta fácil, mijita. Mi mayor temor es a estar vivo cuando deje de existir.
-¿Cómo es eso!!?
-Se supone que todas las cosas hacen ruido. Que pasaría si de pronto, no escuchara mi propia voz?