El niño miró al cielo después de soltar su globo. Miró al cielo esperando que su globo volara más alto que las estrellas. Después de que lo operaran de una enfermedad que no entendía y le dieran de alta, le rogó a su madre que le comprara un globo para poderlo inflar. Anhelaba soplar con fuerza, sacarle el jugo a sus pulmones prestados y soplar. Un globo era todo lo que necesitaba para validar una infancia a medio respirar. Su madre no contuvo las lágrimas y fue a comprárselo pese a las indicaciones del doctor que pedían prudencia. Iba a ser el primero de toda su vida. Volvió la madre a su hijo, con un display lleno de esperanzas en distintos colores. El niño tomó uno verde porque era el color de los ojos de su madre, los ojos lo acompañaron todos esos meses que estuvo en cama medio muerto, esperando la oportunidad de respirar como los demás chicos. Tomó el verde y se sintió de pronto temeroso, lo tomó, lo tocó y lo estiró como había visto a otros chicos hacer como un ritual de iniciación. La madre lo miraba espectante llena de lágrimas. Se llevó el globo a los labios y sopló primero con debilidad, sintiendo el peso del aire. Luego sopló con más intensidad hasta que el globo comenzó a estirarse. Se veía como el color verde, mientras se estiraba iba degradándose. Lágrimas corrían en las mejillas de ambos, madre e hijo. El chico se cansó de pronto y soltó el globo. Lo vió volar con las alas de su esperanza. Lo vió volar a la velocidad de la luz. Y lo vió caer a la tierra y volver a hacerse tan verde como los ojos de su madre. Siguió llorando mientras lo tomaba de nuevo, quitándole la tierra antes de volvérselo a poner en la boca. Esta vez una emoción se apoderó de el y sus pulmones dejaron de estar cansados, sino, llenos de el aire que le faltó toda su vida. Infló e infló hasta que no pudo más, no podía parar y, no paró... El globo se le reventó en la cara, volándo por todas partes. Se rompió por él, se rompió por sus pulmones, se rompió por que su madre no durmió por él. Se cayó del susto y rió, y lloró, y su madre con él; mientras los santiaguinos miraban estupefactos, la locura de algunos que lloran y ríen por estúpidos globos.
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