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Dibujado por Nicolás Alarcón |
Las
sombras no cesaban de danzar en su agitada cabeza donde solo el recuerdo de su
humanidad le sostenía una cordura patética y dolida. Mientras los cadáveres se
comían unos a otros en un ritual sanguinario, él se veía obligado a seguir con
su inhumana tarea y pese a tener conciencia a poco surgir, claramente tenía una
pulsación que iba más allá de su orgullo humano, sobrevivir. Tenía miedo, mucho
miedo, lo que lo llevaba a existir de una forma monstruosa y cobarde, e
incluso, si le veías fijamente llegabas a sentir una lástima sobrecogedora, si penetrabas
en sus ojos, esa desesperación y pánico que se veía a simple vista en su
mirada te demostraba que si te ponías en su camino, ibas a terminar como la
presa que comía con asco. Aun así, lejos lo más macabro de todo, era ver a esas
aves rapaces que se alimentan de la emoción ajena, paradas observando la terrorífica
escena, alegrándose de existir en su forma y alimentándose del terror que provocaban.
Ellos no eran humanos, pero si lo fueron…
-No me sorprendería.
-No me sorprendería.
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