El día de la batalla ya estaba decidido, todos nos preparábamos para la justa intervención en la Tierra. Se veían armas y bestias hermosas por doquier, y cada cosa con su impregnación de destellos de colores vivaces, que dormían la furia convirtiéndola en amor y compasión. Los Dioses nos prestaron su tan preciado Bardo para prepararnos, Maestros de todo tipo nos guiaban y nos daban fuerzas para alcanzar el equilibrio requerido para no caer en la tentación demoniaca, pues desde tanta distancia, aún podíamos percibir la fuerza negativa que nuestro mundo emanaba...
..Sonaron los Cuernos de Batalla...
...Ya era hora de transformar la vida que no era vida.
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