Me acuerdo de ver al pequeño correr despavorido por su vida, pidiendo clemencia a los dioses que mencionaron en alguna ocasión sus padres y no conseguía recordar los rituales de las invocaciones correspondientes. Con el limite que le conseguía dar su corazón en cada respiro, jadeaba restos de su alma, mientras el can lo perseguía cual presa a de comerse. Entiendo perfectamente al perro su instinto, yo también tengo hambre...
Desde mi asiento regular vislumbraba cada mañana los rostros cabizbajos de los transeúntes vestidos de escolares que caminaban con sombras gigantes y hambrientas, mientras estas almas en pena se dirigían a su prisión impuesta, donde todo era de la misma forma, donde los profesores necesitaban saber que sus conocimientos impuestos de la misma y absurda manera, debían ser calcados cual impresora a gran escala en los pobres y filtrados corazones sin voz de sus vestimentas grises.
Había veces en las cuales no quería despertar... Había un mundo, que no me quería despierto... Luego me entere que solo eran unas directrices estúpidas que me llevaban a preguntarme las cuestiones equivocadas.
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