Miras hacia atrás como si alguien hubiese pronunciado tu nombre y a tu sorpresa, no había nada. Volteas hacia adelante extrañado en el estado contemplativo en el que estabas y te das cuenta que tampoco había nadie. Divagas vagamente perdido en el cielo como hacías hasta que fuiste interrumpido... Pero esa voz te resultó familiar. Observas distraído tras tu hombro derecho como esperando encontrar sutilmente una referencia , y ahí está, la nada misma. Sigues enojado, enturbiado por tus emociones, pero sabes que ese “nada” es significativo en alguna parte de tu ser y, lo que más te enfada en sí, es que no lo entiendes. Sigues tu camino con sonrisas tontas hasta que las percibes en tu rostro, -no es tiempo para estupideces- te dices a ti mismo con frustración y frunces el ceño otra vez, pensando como acto-reflejo que alguien te estuviese observando en la penumbra tu siendo el centro de atención... Luego de craneartelas lo suficiente, se oye un sonido ensordecedor y escuchas el murmullo de la gente, y es cuando te das cuenta de que estás cruzando un paso peatonal en una monopoly, infestada de todo y a la vez nada. Una ciudad gigante como cualquiera, llena de nadie...
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